27 ANIVERSARIO Y ADOLFINA VIVE
Desde las madres de antaño que levantaban sus casitas tablón a tablón y bloque a bloque, sudando frente al fogón para llevar el pan a la mesa, hasta la hazaña de Adolfina Villanueva y la lucha actual de mujeres que incorporaron una organización comunitaria para echar adelante al barrio, las piñoneras se han buscado la vida ignoradas por el gobierno, y a veces a pesar de éste.
“Esa resistencia que ha tenido Piñones es mujer”, expresó ayer Maricruz Rivera, residente de Loíza y miembro de la Corporación Piñones se Integra (Copi).
“Adolfina siempre ha sido para Loíza, no solamente para la lucha, un símbolo de una mujer luchadora, valiente, que se enfrentó (a las autoridades) para proteger su vida, su casa, sus hijos y cuando miro a Piñones veo eso, muchas mujeres para defender eso”, dijo.
Se conmemoró ayer el aniversario número 27 del asesinato de Adolfina Villanueva a manos de la Policía cuando agentes seguían órdenes de sacarla de la tierra que su familia había ocupado por siglos en el barrio Medianía Alta.
En el marco del recuerdo de ese incidente, Rivera narró el esfuerzo de ésa y otras mujeres por resistir el maltrato institucionalizado del gobierno a los sectores pobres.
Esa lucha aún continúa para las piñoneras que formaron a Copi y para otras organizaciones comunitarias con la propuesta para edificar el mega hotel Costa Serena, pues significaría la posible expropiación de familias y el desplazamiento de la comunidad.
“Costa Serena no va. Si nos tenemos que morir, nos vamos a morir ahí”, afirmó levantando la cabeza y señalando con la quijada la costa frente a la finca de los Pizarro, donde realizó una conferencia de prensa junto a otros dirigentes de la lucha por la integridad de la comunidad de Piñones.
Acompañada por Rafael Pizarro, residente del sector Monte Grande en Piñones, Rivera relató que en la década de 1940 la Policía llevaba a la corte a personas que intentaban convertir sus casitas de madera en estructuras de concreto, porque supuestamente invadían terrenos de la Autoridad de Tierras.
Así sucedió con una mujer llamada Providencia Romero, quien murió en 2004, expresaron Rivera y Pizarro.
“Aquí las casas se han construido bloque a bloque, frente a las alcapurrias, a ese fogón caliente”, relató Rivera.
Un enfrentamiento similar tuvo en los pasados años Jesusa Calcaño, una anciana con domicilio en el barrio Tocones de Loíza, quien no quería que su familia fuese desalojada del lugar.
El gobierno hizo la remoción con la promesa de que construiría casas nuevas, pero doña Jesusa murió en abril de 2006 en la casita de madera provisional que le dio el Estado mientras esperaba su vivienda nueva.
Las familias de Piñones llevan décadas y algunas siglos residiendo allí.
Son descendientes de esclavos cimarrones o liberados durante el régimen español. Pese a que por derecho les tocaría un título de propiedad, son muy difíciles de conseguir en las agencias gubernamentales pertinentes.
Rivera estimó que la mayoría de los cerca de quinientos residentes no tiene títulos de propiedad.
“El Departamento de Recursos Naturales y Ambientales se preocupa porque llevan treinta y seis años tratando de hacer un proyecto (Costa Serena), pero nosotros llevamos 400 años aquí sin titularidad”, enfatizó.
“A los caballos del cuartel de la (Unidad) Montada les pusieron agua y luz primero que a la gente. Llega el momento en que uno se cansa. Es un Estado que no te da la oportunidad de crecer”, puntualizó Rivera.
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